Canterbury: La Puerta a una Nueva Etapa

El tiempo vuela, y parece increíble que hayan pasado 13 años desde que nos mudamos a Inglaterra y 5 desde nuestro regreso a Argentina. En 2011, con 28 años, recibí una oferta inesperada para jugar rugby semiprofesional en Inglaterra. No era algo que estuviera buscando, pero llegó en un momento de cansancio con la rutina y una dosis de inmadurez que me hizo decir "sí" sin pensar demasiado en el futuro. Así fue como llegué a Canterbury, y unos meses después, mi pareja se unió a mí. Canterbury, ubicada en el condado de Kent, es una ciudad hermosa, llena de historia y vida. Canterbury es realmente una ciudad hermosa. Está a tan solo 50 minutos de Londres en el tren rápido y dos horas en el lento. Es famosa por su catedral, Patrimonio de la Humanidad, y por su conexión con los Canterbury Tales. Con su estilo medieval, su encanto es difícil de describir; pasear por aquellas calles era como viajar en el tiempo. También es una ciudad universitaria con dos grandes instituciones, la Universidad de Kent (donde mi mujer hizo una maestría) y Christ Church University. Además, está llena de bares, cafeterías y restaurantes, típicos de cualquier ciudad inglesa. Tras un tiempo en Canterbury, nos mudamos a Folkestone, junto al mar, donde estaba mi trabajo. Aunque le tengo cariño, no es el mejor lugar para vivir. Con el tiempo nos fuimos acercando a Londres, pero siempre por fuer, pasando por Sevenoaks (Kent), Weybridge y Walton-on-Thames (Surrey). Cada lugar tuvo su encanto, pero todos compartían algo en común: el clima inglés, que, con su falta de sol, no es fácil de sobrellevar, especialmente para quienes venimos de climas más cálidos. A pesar de sus grises, Inglaterra es un país hermoso, lleno de historia y cultura y buena gente. Hoy, ya no siendo parte de la UE, mudarse no es tan sencillo como en 2011, pero si alguien tiene la oportunidad de ir, mi respuesta será siempre un rotundo “¡sí!”.