El futuro del trabajo en las ciudades y el rol clave de los migrantes
- Agustin Ribero Nogueira
- 30 may
- 2 Min. de lectura

*Por Ezequiel Texidó
Las ciudades han sido históricamente centros de innovación, cultura y actividad económica. Hoy, frente a un mundo laboral en transformación —marcado por los avances tecnológicos, el envejecimiento poblacional y la movilidad humana—, las ciudades vuelven a posicionarse como espacios clave para pensar el desarrollo económico del futuro.
Uno de los grandes desafíos es cómo adaptarse a la robotización, la inteligencia artificial y los nuevos modelos laborales que surgen con las plataformas digitales. Estos cambios no afectan solo los empleos disponibles, sino también las condiciones de acceso. Por eso, se vuelve fundamental que las ciudades puedan ofrecer oportunidades laborales para todos sus habitantes, incluidos quienes llegan desde otros territorios.
En paralelo, en muchas regiones del mundo, el envejecimiento demográfico está generando una creciente demanda de cuidados, salud y servicios personales. Y allí, los migrantes ocupan un rol central, cubriendo vacancias en sectores con alta demanda y baja oferta laboral local. Su aporte es clave para el funcionamiento de los servicios esenciales, muchas veces invisibilizados.
Pero además de responder a necesidades concretas del mercado de trabajo, los migrantes traen consigo experiencias, lenguas, saberes y miradas que enriquecen el entramado urbano. Su presencia dinamiza las economías locales, aporta diversidad y abre nuevos caminos a la innovación y el emprendimiento. Si logran integrarse, no solo se benefician ellos: también ganan las ciudades receptoras en vitalidad, resiliencia y proyección.
Eso requiere políticas públicas activas, que no se limiten a la contención inicial, sino que acompañen procesos de integración más profundos. Acceso a formación, reconocimiento de competencias, programas de vivienda y servicios accesibles son pasos concretos para construir entornos urbanos más inclusivos.
El futuro del trabajo en las ciudades será flexible, diverso y, en muchos sentidos, imprevisible. Las ciudades que mejor lo enfrenten serán aquellas capaces de incluir a todas las personas que las habitan —sean nacidas allí o no— como protagonistas del desarrollo. Y en ese camino, reconocer el rol estructural de las migraciones ya no es solo una cuestión de justicia social: es una estrategia inteligente para el crecimiento.


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