¿Se pinchó el sueño de vivir en el verde? Una lectura con matices.
- Agustin Ribero Nogueira
- 1 ago
- 2 Min. de lectura
La nota publicada por La Nación titulada "¿Qué pasó con el sueño de "vivir en el verde?" sostiene que muchas personas que se mudaron a ciudades más pequeñas durante la pandemia están regresando a las grandes urbes, especialmente a CABA. Y que eso marcaría “el fin del sueño verde”.
Desde MIGRA, reconocemos ese fenómeno, motivado por decisiones rápidas, expectativas infladas y adaptaciones difíciles que a veces resultan en desarraigo. Pero también sabemos que este flujo migratorio hacia el interior del país no es solo una moda pasajera. Queremos poner en diálogo esa lectura con lo que muestran los datos y la experiencia en el territorio. No para negarla, sino para complejizarla.
¿Qué dicen los datos?
Según el Censo 2022, el 18 % de la población argentina vive en una provincia distinta a la de su nacimiento, lo que representa un aumento respecto al 15,4 % registrado en 2010. Esto muestra que las migraciones internas han crecido entre los últimos dos censos.
En este escenario, se da tanto el retorno a centros urbanos por dificultades de adaptación y, al mismo tiempo, la consolidación de nuevos polos de atracción más chicos. Tomemos en cuenta también que, por ejemplo, en ese 18% queda por fuera la migración que se da dentro de la provincia de Buenos Aires. Así, ciudades como Tandil o Pinamar son de los distritos con mayor crecimiento sostenido a nivel país, y reciben gran proporción de migrantes desde la misma provincia (conurbano o interior).
Si vemos los datos del RENAPER, existe un saldo migratorio negativo para el AMBA (-11%) entre 2012 y 2022, mientras que provincias como Neuquén y Río Negro registraron saldos positivos por encima de +30%. Esto confirma que, más allá de algunos casos de personas que han regresado, la migración interna no revirtió por completo y muchos destinos siguen siendo atractivos.
¿Por qué vuelven los que vuelven?
Lo que pasó con muchas personas post-pandemia no desacredita el deseo de cambiar de ciudad. Pero hay una diferencia grande entre desear migrar y estar listo para hacerlo.
Muchas decisiones se tomaron en el pico emocional del encierro, sin evaluar lo suficiente el nuevo entorno: si había escuelas adecuadas para los hijos, si se ofrecían oportunidades de desarrollo laboral o si el lugar sostenía actividades afines a sus intereses.
Otros descubrieron que el aislamiento o la dificultad para construir nuevos vínculos impacta en su bienestar más de lo que pensaban. También hubo quienes se mudaron sin un plan para su pareja o hijos, y los problemas de integración de alguno de ellos fue motivo de regreso.
¿Qué proponemos desde MIGRA?
Ayudar a las personas a decidir con más información y menos fantasía.
Evaluar no solo lo laboral, sino también lo comunitario, educativo, emocional.
Brindar herramientas para planificar la migración y anticipar los desafíos.
Crear comunidades de apoyo que acompañen la adaptación.
Ayudar a los municipios a generar propuestas realistas y sostenibles para migrantes y optimizar sus dispositivos de integración comunitaria.
Asistir a empresas para que quienes migran por trabajo lo hagan con la planificación necesaria, evitando renuncias tempranas por malas decisiones o fallas en la integración.






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